El Taller Infinito

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca

debes rogar que el viaje sea largo,

lleno de peripecias, lleno de experiencias.

No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,

ni la cólera del airado Poseidón.(*)

En este mundo que vivimos la inmediatez es lo determinante, el mandato, la forma en que hay que hacer las cosas, la efectividad, el engranaje de nuestra civilización, la nueva iglesia de la humanidad: Rápida y efectiva. Nos acostumbramos a la rapidez rápidamente. No importa si lo que hacemos está bien o nos satisface, lo que interesa es que sea rápido.

El arte no se mide por el tiempo, como tampoco se pueden medir temporalmente los sentimientos ni las sensaciones humanas, es imposible  acotar en horas, días o años el dolor que nos produce la desaparición de un ser querido, ni tampoco decidimos el momento exacto en el que comenzaremos a amar a una persona. El tiempo sólo puede tiranizarnos en las cosas materiales, el dinero, los bienes y posesiones, el trabajo.

Los ejercicios y las obras realizadas por los alumnos de nuestro taller tienen en común la búsqueda del desprecio por el paso del tiempo. Todos los materiales con los que trabajan requieren una elaboración minuciosa y lenta, y las técnicas tienen en común el retraso conciente de su finalización.

Se ha buscado de esta forma que el alumno deje de pensar en el tiempo que tarda en hacer el trabajo y en el momento en el que lo terminará. Los profesores hemos tenido que responder a los ansiosos requerimientos de los alumnos para poner fin a sus trabajos con frases tales como: -mira, mira esa sombra, ¿ves lo intensa que es?, y ese brillo, fíjate si puedes hacer más brillante aún, y la forma curva de ese huevo, y la textura de esa naranja, mira, mira, mira…

El tiempo que pasa el artista observando, reflexionando, modelando en busca de una forma, es lo que lo separa del resto de las personas, y ese tiempo es el que le roba a la muerte. Matisse decía: “Cuando me como un tomate lo veo como un tomate cualquiera, cuando pinto un tomate, lo veo de otra forma”.

 

El artista puede hacer de lo cotidiano algo maravilloso, transformar lo vulgar en una obra de arte a la vista del resto del mundo. Todos los objetos elegidos y representados por nuestros alumnos (y por los artistas en general) nos señalan el paso del tiempo: Bellos, viejos y queridos zapatos que ya no se usan, botellas vacías, frutas que envejecen ante nuestros ojos.

Incluso las ideas, los sentimientos y las sensaciones que dan nacimiento a una obra abstracta mutan en el tiempo.

El paso del tiempo.

El desafío de la superación de la muerte.

¿Cómo voy a transmitir esa superación si yo mismo soy esclavo del tiempo? Si en lugar de preocuparme por “eternizar” con la belleza mi obra, me preocupo por terminarla cuanto antes?¿Para qué quiero terminarla?¿Para qué quiero hacer la siguiente? Mañana o dentro de un minuto puedo estar muerto. ¿Qué es lo que quiero que quede de mí?

Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:

llegar allí, he aquí tu destino.

Mas no hagas con prisas tu camino;

mejor será que dure muchos años,

y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,

rico de cuanto habrás ganado en el camino.(*)

Nuestro taller combate decididamente los “quiero pintar ya, quiero tallar ya, quiero llegar ya al color, quiero ya hacer una escultura de gran tamaño, quiero terminar mi dibujo o mi cuadro ya”. En este pequeño mundo que compartimos el tiempo no importa.

En El sol del membrillo Antonio López, luego de infructuosos días de intentar pintar un árbol de membrillo con el sol a determinada hora y en determinada época del año, renuncia a su cuadro trabajosamente elaborado por un problema de estructura del mismo. Un amigo pintor le pregunta entonces si no se siente frustrado por haber trabajado en vano.

-El trabajo no fue en vano- dice Antonio, -Lo importante es haber estado ahí, cada día a esa hora, con el membrillo, pintando ese membrillo…-

 

Invitamos a los observadores de las obras expuestas en nuestra web, en nuestras exposiciones, a los que visitan nuestro taller, a que se sientan por un momento como sus autores, a que se fijen en la textura de los objetos, en los brillos, el color, en las sombras, el volumen de las esculturas, la expresión, miren, miren, miren…, y escapen al menos por un rato del paso del tiempo, participen de ese espacio infinito e ilimitado que habita en el interior de cada artista.

No has de esperar que Ítaca te enriquezca:

Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.

Sin ella, jamás hubieras partido;

mas no tiene otra cosa que ofrecerte.

Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.

Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,

sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.(*)

(*): Ítaca: Konstantínos Kaváfis.